Cuando en tu vida se cruzan personas como los hermanos Morales de Bodegas Lunares o Víctor Soltero, tienes que ponerte en guardia y alegrarte a la vez. Son de esas personas que no se están quietas y que, a la vez, te obligan a moverte. Menos mal que los tres tienen tantas ocupaciones que cuentan con poco tiempo para volverte loco.

El Blanco y en botella de Lunares me sigue resultando un vino delicioso y delirante. Nunca he sabido como explicarlo aunque de los que han pasado por Contubernio, ha sido el que más preguntas ha suscitado… todas sin respuesta.

La razón por la que hoy vuelven a aparecer los dos Morales por aquí es bien diferente. Esta vez se trata de acercarnos un amontillado de libro, un vino incontestable de esos que da gusto conocer. Víctor es el conspirador que cierra el grupo.

A la confidencia de Pedro sobre que estaba preparando un embotellado de un amontillado descubierto para su asociación rondeña de enochalaos, mi respuesta fue directa: quiero una para cada contubérnico.

Pedro cata bien. Cata mucho mejor que yo, aunque eso no es complicado. Me atrevería a decir, ahora que no me está leyendo, que cata mejor que mi mujer. Eso sí que tiene mérito… Pedro cata tan bien que da gusto verlo, tranquiliza escuchar cómo describe el vino porque uno inmediatamente queda sugestionado. Después por la noche reviso su influencia sobre mí y muchas veces lo llamo para mandarlo a tomar viento.

Un día no hace mucho, cuando todavía podíamos movernos con libertad, vino a verme con una muestra bajo el brazo. Sonreí feliz al probarlo. Hoy comparto contigo el vino esperando que tengas esa misma sensación.

Arribota, nombre que hace referencia a la altura cercana al cielo en la que estaban situadas esas barricas, sale de unas viejas vasijas sin venta guardadas en una antigua y poco conocida bodega de Montilla Moriles. No llaméis, creo que se han quedado con todo lo que había.

Al ser cordobés, este vino depende de la pedro ximénez y no habrá sido encabezado. Son las grandes diferencias de allí respecto aquí. Tienen amontillados monumentales en la DO. Nada más que hay que recordar algunos vinos de Pérez Barquero o de Alvear… o sin ir más lejos aquel La Bodega de nuestro compañero Rafael Sánchez.

En Montilla como en Jerez, estas cosas van pasando cada vez menos veces. Eso de encontrarse un amontillado riquísimo y disponible para que unos locos hagan su embotellado particular está en vías de extinción. Disfrutemos mientras tanto.