Vaso Caña

El vaso es lo más parecido que he encontrado a la antigua caña sanluqueña de Manzanilla. Casi nada…. Jerez y Sanlúcar tienen su botella: la jerezana. Sobrevive a duras penas, atacada por el oligopolio del vidrio como si fuera prescindible. Si tuviera dinero montaba una pequeña fábrica de botellas para dar la lata, siendo fino. Retomo: esos vasos que ahora tienes entre tus manos son lo más parecido que he encontrado a la antigua caña sanluqueña. Era preciosa, de base tallada en vertical y borde fino y espigado. Las veréis en las pelis de los años 40 / 50. Esas en las que la Manzanilla que pedía el señor de sombrero de ala ancha y cara de mi abuelo, tenía un colorcillo cercano al Amontillado de quince años. A veces, llegaban a la mesa en nutridos grupos, por docenas o centenas, en un brillante artilugio llamado “cañero”. Barquín arremetía contra los catavinos y los “vasitos” en sus escritos de Equipo Navazos allá por el 2005, 2006. Ahora no me doy por aludido. He tardado muchos años en darme cuenta, pero la caña, de vasito, no tiene nada. La caña es etnografía. Es como la botella jerezana al Jerez. La caña es el vaso de protocolo de la Manzanilla y me he propuesto defenderla tanto como a cualquier cosa cuyo valor no pueda medirse en euros. Lo inmaterial, uno lo defiende con el alma… y metiéndolo, si puede, en una caja sorpresa. Sigue usando la copaza cuando sea necesario. Para catar es mejor, faltaría más. Si vuelvo a ir a la Yerbagüena, a La Tana o A Curva, no querré ver como mi Manzanilla mira desde su caña humilde y bajita a un regulero vino georgiano servido en copa anchísima y altísima. Ahí quiero mi copa molona para la Manzanilla. Pero en la barra, o ahora como tú, con tu acompañante al lado, sin protocolos ni nada que defender, la caña debe retomar su espacio. Una cosa es catar o posturear y otra beber. ¿Me acompañas?